domingo, 13 de octubre de 2013

La casa

“Desde siempre tuviste el deseo de la casa, tu casa, envolviéndote para el ocio y la tarea en una atmósfera amiga. Mas primero no supiste (porque eso lo aprenderías luego, a fuerza de vivir entre extraños) que tras de tu deseo, mezclado con él, estaba otro: el de un refugio con la amistad de las cosas. Afuera aguardaría lo demás, pero adentro estarías tú y lo tuyo. / Un día, cuando ya habías comenzado a rodar por el mundo, soñando tu casa, pero sin ella, un acontecer inesperado te deparó al fin la ocasión de tenerla. Y la fuiste levantando en torno de ti, sencilla, clara, propicia: la mesa, el diván, los libros, la lámpara -atmósfera que llenaban con su olor algunas flores de temporada. / Pero era demasiado ligera, y tu vida demasiado azarosa, para durar mucho. Un día, otro día, desapareció tan inesperada como vino. Y seguiste rodando por tantas tierras, alguna que ni hubieras querido conocer. Cuántos proyectos de casa has tenido después, casi realizados en otra ocasión para de nuevo perderlos más tarde. / Sólo cuatro paredes, espacio reducido como la cabina de un barco, pero tuyo y con lo tuyo, aún a sabiendas de que su abrigo pudiera resultar transitorio; ligera, silenciosa, sola, sin la presencia y el ruido ofensivos de esos extraños con los que tantas veces ha sido tu castigo compartir la vivienda y la vida; alta, con sus ventanas abiertas al cielo y a las nubes, sobre las copas de unos árboles. / Pero es un sueño al que ya por imposible renuncias, aunque sea realidad de todos a la que no puedes aspirar. Resistir es demasiado pobre y cambiante -te dices, escribiendo estas líneas de pie, porque ni una mesa tienes; tus libros (los que has salvado) por cualquier rincón, igual que tus papeles. Después de todo, el tiempo que te queda es poco, y quién sabe si no vale más vivir así, desnudo de toda posesión, dispuesto siempre para la partida.”                                                                                                                                                    Luis Cernuda, Ocnos




"A casa quarentena, isolada, isolante, lado a lado com uma outra, a coletiva. Pátio aberto aos encontros entre desemelhantes, que não pretendem fundir-se numa família de iguais. Um aglomerado vazado, de cómodos articulados, de entradas e saídas múltiplas. Uma matéria viva compartilhando experiências com que circule, provendo a atodos ocm uma espécie de manto que aninha sem sufocar. Manto que não acaba nunca de ficar pronto, porque as linhas vão se desgastando, pela força do uso arrebentam, e desanda aquele complexo desenho que ali se inventava em conjunto. Então se começa a amarrar tudo de novo e sempre de um outro jeito, compondo uma nova urdidura singular. (...)
Eu nunca estive à procura de um território, mas de estados de território, espaços que me fisgam pelo estranhamento de seus volumes, formas, cores vivas, su explícita plasticidade. E estou sempre lá, operando nessa coordenada incerta, irreproduzível gráficamente, trafegando nesse espaço movente, silencioso, incapturável."
      Rosane Preciosa, Rumores discretos da subjetividade. Sujeito e Escritura em processo

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