Daría algo, a veces, por sentir otra vez la sensación de
salir de clase por las tardes y andar por la calle que se oscurece, los bares
recién iluminados, el frío, los libros en el pecho. Las botas retumbando en las
aceras, algunos restos de lluvia en el suelo. Lo que queda del día es una
página en blanco, cualquier detalle del camino una promesa. Y callejear sin
rumbo, respirar la libertad inmensa de ser yo sola en la ciudad nido, permeable
a todo antes de volver a casa.