lunes, 9 de enero de 2017

vaivén

 

Cerca del mar azul como un muro que preside cada rincón de la ciudad. Del calor del sol de poniente contra las paredes. De la brisa siempre en la sombra de los árboles. De mi gato que se me enreda entre las piernas cuando ando y se acurruca a mi lado. Del libro. De las lágrimas de la mujer del filme, de su casa de campo, su despedida. De mis cojines, mis sábanas, mi ropa, los anillos. De mis manos. Ahora.

También del frío, de los árboles desnudos, del río y sus puentes, del palacio, los bulevares, las mercerías, los bistrôts, el vino, el metro, las sábanas blancas, el hotel. De mi tos, de la fiebre.  De mis pies cansados. Antes.

Lejos de los cafés al caer la tarde, las tiendas brillantes, los autobuses, los adoquines, las gaviotas, los jardines, los bancos fríos al sol, los guantes de lana. Del vaho al hablar. De sus ojos azules, su brazo a mi lado, la carretera, el frío. De la madre, el patio, las flores. Del mar junto al tren, las vías, el aperitivo, el sol de diciembre. Ahora.

También del salitre que impregna el aire, el olor a fruta, el azul, la luz intensa por las mañanas. De los ruidos, el caos, las lagartijas, el suelo de madera bajo los pies descalzos. De la ventana abierta, los libros. De mi cama, del gato color canela. Antes.

De un lejos a otro. Cuando me acerco me alejo. Ahora. Antes. Después.
Y aun lejos uno, está cerca el otro. En mí.

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