domingo, 4 de mayo de 2014

Espacio útero


Espacio útero. Voces conocidas, conversaciones que llegan en una sucesión de ecos a través de las tablas de madera del suelo que separa la cocina de las habitaciones, en el piso de arriba. Despertarse con las voces, el trajín de la abuela y  los cacharros. Los ecos de las voces amortiguadas. La casa. El refugio. Espacio amparo, garantía que un día deja de serlo. Después, siempre falta. 

"Eso mismo pasaba a veces en invierno, cuando repartían dos manos de cartas y se sentaban a la mesa de la cocina a jugar mientras esperaban las noticias de las diez, después de mandarnos a la cama, al piso de arriba. Y el piso de arriba parecía estar a millas por encima de ellos, oscuro y lleno del ruido del viento. Allá arriba descubrías lo que nunca recordabas abajo en la cocina: que estábamos en una casa tan pequeña y cerrada como un barco en alta mar, en medio de los aullidos de un temporal. Parecían hablar y jugar a las cartas en un pequeño punto de luz muy lejano, de forma irrelevante; sin embargo, esa idea de ellos prosaica como un hipo, familiar como el aliento era lo que me sostenía, lo que me hacía señas desde el fondo del pozo cuando me quedaba dormida." 
                                         Alice Munro, "Flats Road", La vida de las mujeres

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