Llega como un vaho invisible
empañando las paredes de las entrañas.
La luz, las partículas invisibles de polvo
que impregnan las habitaciones,
las calles, las figuras en movimiento, la lengua
que flota en el aire aunque no se oye,
el sonido de los coches, las ambulancias,
el entrechocar de las tazas de café recién
hecho sobre la barra de las cafeterías,
las hojas que vibran verdes en primavera,
las luces en los balcones al anochecer.
Se apodera de mí en un instante,
con su ausencia desgarrada,
ese espacio que no habito.
Un ver lo invisible, un no estar
que se hace presente aquí dentro,
donde la congoja pellizca y escuece.
La memoria de una casa que fue mía.Carola Saavedra, Paisagem com dromedário
El pasado fin de semana tuve el placer de oír a Carola Saavedra en una charla en el FLICA de Cachoeira. Al hilo de la conversación, habló de un tipo de nostalgia, la de los lugares en que hemos vivido. En su caso, que lo ha hecho en varios países desde niña, y que ese trayecto de vida la ha llevado a transitar por varias lenguas, esa nostalgia va unida a las lenguas en las que hablaba. "Eu sinto saudades - dijo - da pessoa que eu era lá, da pessoa que era falando outra língua; e por encima de tudo, saudades de falar essa língua". Ella se refería a la añoranza de las mujeres que era en aquellos sitios, la que hablaba alemán, la que hablaba francés o español. Cada lengua un ropaje y cada lugar un escenario de vida.
Esa es otra forma de extrañamiento del extranjero, el verse hablando otra lengua, ser otro. Y cuando ya lo hace, transitar de su propia lengua a otra como un espectador de sí mismo, pues somos otros hablando otro idioma, la lengua trae cambios profundos en nuestra identidad. Y cuando vivimos en otro país, así vamos siendo unas veces uno y otras otro. Y a veces cansa, a veces uno quisiera volver a su lengua sola, como a una casa. Ahí está otro tema: una lengua tambíén es un espacio. Y a veces la nostalgia del espacio viene a través de la lengua. A veces, desde aquí, desde la distancia oceánica, la palabra, el sonido de mi lengua a través del teléfono me lleva al lugar y siento una sensación agridulce de pertenencia envuelta en esa como pena que trae la nostalgia.
Esa es otra forma de extrañamiento del extranjero, el verse hablando otra lengua, ser otro. Y cuando ya lo hace, transitar de su propia lengua a otra como un espectador de sí mismo, pues somos otros hablando otro idioma, la lengua trae cambios profundos en nuestra identidad. Y cuando vivimos en otro país, así vamos siendo unas veces uno y otras otro. Y a veces cansa, a veces uno quisiera volver a su lengua sola, como a una casa. Ahí está otro tema: una lengua tambíén es un espacio. Y a veces la nostalgia del espacio viene a través de la lengua. A veces, desde aquí, desde la distancia oceánica, la palabra, el sonido de mi lengua a través del teléfono me lleva al lugar y siento una sensación agridulce de pertenencia envuelta en esa como pena que trae la nostalgia.
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