domingo, 30 de agosto de 2015

Sobre morir


"El aire se había enfriado un poco, y como tenía la piel tan caliente tras el trabajo, me fijé en él, en cómo me envolvía apretándose contra la piel, entrando a chorros en mi boca cuando la abría. Cómo envolvía a los árboles delante de mí, las casas, los coches, las pendientes de las montañas. Cómo esas constantes avalanchas en el cielo que no podíamos ver se acercaban velozmente a un lugar al caer la temperatura, cómo se nos venía encima como inmensos oleajes, siempre en movimiento, cayendo lentamente, girando rápidamente en remolinos, entrando y saliendo de todos esos pulmones, golpeándose contra todas esas paredes, siempre invisibles, siempre presentes.
Pero mi padre ya no respiraba. Eso era lo que le había pasado, se había roto su relación con el aire, ahora sólo lo presionaba como a cualquier cosa, un tronco, un bidón de gasolina, un sofá. Él ya no se metía en el aire, porque eso es lo que uno hace al respirar, uno se vuelve a enganchar, una y otra vez se engancha uno al mundo."
                                                           Karl Ove Knausgard, La muerte del padre





No meterse en el aire,
dejar de fluir con lo que existe.
No ser ya canal, fuente, túnel, grito, desfiladero.
No ser nariz, corriente de aire,
canto, tronco, savia, ola, llanto, huevo, nido.
Dejar de respirar, de ser viento.
No encogerse de frío. Ser frío.
No ser ya tacto, tiempo.
Ser piedra, tierra, lodo.
Materia opaca
contra la que choca el viento.
No oír el viento.





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