sábado, 26 de abril de 2014

Crepúsculos

"Gostei desses momentos intermediários, alvoradas, crepúsculos. Nos trópicos eles são rápidos, quase instantâneos, é necessário estar atento, qualquer distração e o mistério desapareceu, não está mais lá. Em zonas temperadas, nos verões, o dia que não acaba nunca, e vai se estendendo, misturando-se pouco a pouco à noite, feito uma aquarela." 
                                                             Carola Saavedra, Inventário das coisas ausentes



Desde que vivo en Brasil y más al principio de hacerlo, a menudo he pensado en cómo debe afectarlas personas, a su forma de apreciar la vida y de vivirla, esa rotundidad de la luz, su falta de matices, la casi ausencia de transiciones.
Es verdad, en las tierras del Trópico, amanece temprano y súbitamente; en media hora el sol alumbra casi a gritos, con la misma intensidad casi que lo hará más tarde, cerca del mediodía. Y la noche cae rápidamente. El hermoso espectáculo de los atardeceres se resuelve en media hora y poco después ya es de noche.Tampoco se notan apenas las estaciones y el año es una continuidad de días de sol radiante sólo interrumpidos por el tiempo de las lluvias, y en cuanto la lluvia escampa, se instala de nuevo el eterno clima estival. 
El tiempo y la vida se perciben de otro modo, sin ciclos de recogimiento, melancolía y decadencia  ni tampoco de renacimiento o fertilidad. El ritmo de los cambios de luz, con el día, y con las estaciones, a lo largo del año, es en el hemisferio norte lento, cíclico y lleno de matices. Hay una constante experiencia de la fugacidad y de la muerte representada en la estaciones y el sol dosifica su luz en suaves gradaciones.  En el Trópico, en cambio, se vive por un parte, una especie de sensación engañosa de eterna juventud, de continuidad y permanencia, de constante vitalidad, representada en la luz intensa del verano que dura siempre, y al mismo tiempo  los cambios bruscos, la sustitución inmediata, los cambios sin tránsito. Todo nace y muere abruptamente, se descompone en un instante. Tal vez por eso ese culto absoluto a la alegría, a lo inmediato, ese huir de la tristeza y esa facilidad para la ruptura, esa atracción por lo nuevo. 

Pero, y volviendo a la cita del principio,  esos momentos intermedios, esos paréntesis en que la luz se suaviza y aparecen los matices, aunque brevísimos y fugaces, son mágicos. Un regalo, un refugio.



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