"No es verdad que todo permanezca dentro de nosotros. Hay cosas que se pierden para siempre. Hay, en el coraje de saberlo, un belleza helada. Aunque hunda un dedo en tu corazón y te lo rompa en pedazos."
Hay cosas que se pierden para siempre, ni siquiera la memoria las preserva, ni la voluntad de llevarlas siempre con nosotros. Cargamos en el camino el equipaje de tantas miradas, momentos, y creemos que nos acompañan, que poderlas preservar en la memoria. Sin embargo, el viaje las altera, las desgasta, las hace borrosas, lejanas, se convierten en ficción, en polvo. La belleza helada está en mirar lo que tenemos con los ojos más atentos, un momento, sabiendo que lo perdemos, e intentar que dure un poco, un tiempo, dentro.
Se pierde en la arena
el temblor
momentáneo y repentino
de su aliento en el
cuello y aquel mirar,
el
pelo erizado del gato que se arquea
al
doblar la esquina mientras cae el sol de la tarde.
Se
pierde el momento pleno de luz y sol y viento
al
correr el coche por la carretera
y la sal y la mano en la pierna;
un susurro al oído y el abrazo definitivo, urgente,
el
olor agridulce del niño, la carcajada en el pasillo,
los
escalofríos de deseo, se pierden.
Huellas
en la nieve, la arena, el camino de
barro.
Después
solo aire y agua,
fugaces destellos a
veces. Nada.
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