domingo, 17 de enero de 2016


 


Es verdad, la infancia también es una isla.

" Era más bien que todo tenía un rostro, cada árbol, cada loma, cada bicicleta, y los reconocía. Esa manera de ver se ha terminado. El sol es el sol, un árbol es un árbol, una colina es una colina, una bici es una bici. Ya no contemplo el mundo del modo en que contemplo las caras. (...)
Por entonces, en esas mañanas de verano en que me sentaba y tomaba el desayuno mientras contemplaba el paisaje que quedaba afuera, la seca carretera de asfalto con arena en los bordes de la acera, las casas, las píceas, y, detrás de las copas de los árboles, el sonido, y, al otro lado del sonido, el bosque y los grandes depósitos blancos, que contenían aún no sé muy bien qué (...) todo eso estaba conectado a mí por el hecho de aparecérseme como familiar. Esta familiaridad o intimidad puede parecer un añadido, porque ahora el mundo es sólo el mundo, pero por entonces siempre era algo más (...) el objeto o el fenómeno eran vistos como algo en sí mismos, algo por derecho propio, con una identidad propia, que es lo que creaba la intimidad que le daba un rostro a todo."

                                                                   Karl Ove Knausgård, El otro lado de la cara


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